Filósofos y mercado
Los tres poderes clásicos, e incluso el cuarto -la prensa- nacido para fomentar la transparencia de éstos, parecen obligados a callar ante la sombra absorbente del quinto poder, el que se alimenta constantemente de la opacidad y el silencio y rodea las circunstancias cotidianas del hombre con tupidas salvas de imágenes y palabras. Este quinto poder es tan coercitivo porque se presenta, y es aceptado, como "lo que es", es decir, tal como el mundo o la realidad o la existencia o la vida son, sin asomo alguno de duda. ¿Y quién se atreve a hablar ante tal contundencia?Sorprende que diga todo esto, precisamente, tras la retirada voluntaria de un producto autorizado por los estados encargados de regular la venta de medicamentos. Sorprende que hable de opacidades y silencios, siendo la propia empresa la que, en parte, ha llevado a cabo los rigurosos estudios que le han aconsejado retirar el producto del mercado.
Al fondo están, desde luego, la codicia y el beneficio sin escrúpulos. Pero el quinto poder va más allá de ellos. Más allá del codicioso, del especulador, del burócrata de los peores saqueos, pues también ellos acaban desbordados por su fuerza y por su engaño. Nadie, ni quienes se ufanan de aprovecharse de él, está en situación de oponerse al gigantesco fantasma que, usurpador de "lo que realmente es", convierte el mundo en un mercado de consumidores silenciados: usted no puede hablar porque hace mucho tiempo que ha perdido la noción de lo que significa hablar. Déjelo a otros que, a su vez, lo dejarán a otros. La cadena invisible del quinto poder.
El quinto poder, por tanto, no es sólo el Gran Mercado, sino sobre todo la atmósfera espiritual que lo acompaña, una atmósfera en la que, mediante la mentira y la propaganda, ninguna palabra mantiene su significado original.
Por otra parte, no sorprende nada que crea que en el mercado, "al fondo", estén, "la codicia y el beneficio sin escrúpulos", pues muchos, sobre todo intelectuales occidentales, piensan así. Tampoco sorprende su mínima capacidad para el juicio equilibrado. ¿Se ha preguntado por qué tanta gente tomaba Vioxx? ¿O es que cree que todos sus consumidores eran víctimas de la "propaganda" y de médicos, también sin escrúpulos, que lo recetaban sólo tras pingües sobornos? ¿No se le ha ocurrido, siquiera por un momento, que, a pesar de los riesgos, también tuviera beneficios para los pacientes? ¿Qué sabe él de la artritis y de los dolores agudos? ¿Qué sabe él de las hemorragias gastrointestinales que pueden producir la mayor parte de los medicamentos para tratar a aquéllos? ¿Qué sabe de los centenares y miles de muertes debidos a esas hemorragias? ¿Qué sabe él de los posibles efectos preventivos de los pólipos colorrectales y del cáncer colorrectal que podía tener esta medicina?
Él es un filósofo. No se va a ocupar de "lo que es". Sobre todo si "lo que es" ocupa un nivel de realidad tan poco propicio para la elevada reflexión filosófica.
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