WonkaPistas

11.6.08

Metiendo miedo: esta vez toca el acné

Acaba de hacerse público en España un ¿informe? sobre los riescos psicosociales del acné juvenil. No, no crean que contiene alguna investigación nueva. Se trata, más bien, de una especie de manifiesto para que tomemos conciencia de lo malo, malísimo que es el acné juvenil para los jóvenes y de que hay tratamientos adecuados para evitar todos los males derivados de una dolencia que afecta, ejem, a casi todo el mundo. El informe lo presenta un grupo de médicos españoles que opera con el nombre de Foracné, y que está relacionado con la Acne Global Alliance, que pretenden difundir unas buenas prácticas entre los médicos y pacientes españoles. Santo y bueno: si hay tratamientos eficaces para el acné y pueden resolver, al menos, los casos más graves, bienvenidos sean.

Lo que no me parece de recibo es que los médicos que lo presentan caigan en la típica campaña de amedrentamiento, sobre todo si la evidencia empírica con la que cuentan es, digamos, mínima. Dos de los riesgos psicosociales han llamado mi atención.

Dicen, por una parte, que los que tienen acné tienen el doble de probabilidades de estar parados. Pudiera ser, pero, aunque no lo crean, tan sólo hay un estudio que lo confirme (o, quizás, tan sólo hay un trabajo que lo haya estudiado). Es un artículo publicado en 1986, con datos británicos. Sí, del año 1986, o sea, hace más de dos décadas, y, quizá, muy particular de un momento histórico y una sociedad determinadas. No he podido conseguir el texto, pero sí una revisión de la literatura sobre el impacto psicosocial del acné en el que se dice:

Unemployment in acne patients was evaluated in 625 patients aged 18-30 years in Leeds, England. Controls were randomly selected patients from general practitioner records and matched for age and gender. This study revealed that unemployment levels were significantly higher among acne patients of both genders compared to controls (16% vs. 9% in males; 14% vs. 9% in females; p<0.001). However, social status, academic background, and intelligence were not included in the analysis.

Desde luego, nada de duplicar la tasa de paro de los que no lo tienen. Teóricamente, las diferencias son estadísticamente significativas. Pero esto, a su vez, depende, en parte, del test estadístico que se utilice. Si supongo que hay 312 chicos en la muestra con acné y otros 312 en el grupo de control, y comparo los porcentajes (16 vs 9% en este caso) con un 95,5% de confianza, entonces la diferencia no es significativa: en la población, los porcentajes se moverían entre 12,3 y 20,6% (acné) y 6,3 y 12,8% (grupo de control). Algo similar vale para las chicas. No sé cómo consiguen los autores que la diferencia sea significativa, pero con tan pocos casos me extraña.

Además, como se dice en ese texto, no se controlan variables que podrían afectar diferencialmente a la tasa de paro de unos y otros. En cualquier caso, se trata de un estudio. Repitan conmigo: un solo estudio no confirmado por ningún otro. Eso sí, se trata de un estudio citado por casi todo el mundo que se ocupa de estos temas.

Por otra parte, dicen que un 5,6% (observen la precisión) de los que tienen acné llega a pensar en el suicidio. ¡Uff! Eso son palabras mayores. ¿O no? Primero, no se nos dice cuántos llegan a hacerlo en la población general sin acné. Segundo, ¿cómo se ha obtenido ese 5,6%? Sí, lo adivinaron: es un dato procedente de un solo estudio. En este caso, uno de 1998, también citado en la revisión mencionada más arriba. Al menos, estará basado en una muestra amplia y la diferencia de ese porcentaje con el grupo de control será significativa, ¿no? Pues no, de ninguna manera. La muestra es, asómbrense, de 72 individuos con acné.

Esta vez sí tengo acceso al texto original y no hay por dónde cogerlo. No entro en las grandes diferencias por sexo y edad entre el grupo de afectados de acné y los grupos de control. Lo fundamental es que las diferencias con los grupos de control (gente con otras afecciones dermatológicas, como alopecia areata, dermatitis atópica o psoriaris) no son significativas. Bueno, según los autores lo son, pero con un criterio de significatividad bastante laxo: en vez de utilizar los habituales márgenes de error del 0,01 ó 0,05% lo amplían al 10%. Según criterios más habituales (0,05%, por ejemplo), el porcentaje con ideas suicidas entre los que tienen acné iría de 2,2 a 13,7%; entre los que tienen alopecia areata, de 0 a 8,3%; entre los que tienen dermatitis atópica, de 0,7 a 6,10%; entre los que tienen psoriasis (sin hospitalizar), de 0,7 a 8,9%; y entre los que tienen psoriasis (hospitalizados), de 3,9 a 12,9%. Compárenlos como quieran: las diferencias no son significativas.

En definitiva, con respecto a las ideas suicidas: un estudio y las diferencias entre los que tienen acné y el resto no son significativas. Big deal.

Todo esto no quiere decir que el acné no sea problemático y que no convenga tratarlo para mejorar la calidad de vida de quien lo padece, pero lo que no es de recibo es que unos señores (y señoras) médicos se dediquen a exagerar y a citar a diestro y siniestro datos que tienen un sustento empirico más bien débil, por no decir (en el caso de las ideas de suicidio) cuasi-inexistente.

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1.12.07

¿Se extiende el SIDA hacia la población general?

Hace un tiempo, desde el Ministerio de Sanidad se nos hablaba de la feminización y la sexualización de la epidemia de SIDA, es decir, de que empezaba a afectar más a mujeres y de que cada vez más la vía de contagio era la sexual. Ya vimos entonces que las cifras no sostenían ni una ni otra afirmación, salvo si entendíamos esas tendencias, erróneamente, en términos porcentuales.

Ahora, el argumento es algo distinto. No se atreven a hablar de feminización, pero insisten en la sexualización y añaden una supuesta tendencia nueva, tal como se recoge en la nota de prensa del Ministerio:

Soria ha informado al Consejo de Ministros que desde hace unos años se ha evidenciado el cambio de patrón epidemiológico, que sitúa a la sexual —ya sea homosexual o heterosexual— como la vía más frecuente de transmisión. Además, la enfermedad muestra una tendencia a extenderse desde poblaciones especialmente vulnerables hacia la población general.

Sí que se ha producido un cambio de "patrón epidemiológico", pues la vía más frecuente (es decir, el mayor porcentaje de nuevos casos de VIH) ha dejado de ser la parenteral, es decir, el que los consumidores de heroína compartan jeringuillas. No es de extrañar, pues el consumo de heroína ha debido de caer bastante desde la primera mitad de los noventa y, además, cada vez se usan más otras vías de administrarla que impiden el contagio (la inhalación, por ejemplo).

Lo que no es cierto es que la enfermedad se esté extendiendo "desde poblaciones especialmente vulnerables [antes "grupos de riesgo"] hacia la población en general". Simplemente, no hay datos para afirmarlo. Más bien, los datos apuntan a todo lo contrario.

Como puede comprobarse en este documento, el contagio sexual entre heterosexuales también está cayendo en términos absolutos--y lo debe de hacer más todavía en proporción de la población, pues ésta ha crecido bastante en los últimos tiempos--. Desde luego, la caída de esta vía no ha sido tan rápida como la de los contagios por vía parenteral, pero se trata de una caída, no de un crecimiento, o "extensión". También, con la información de nuevos diagnósticos de VIH desde 2003 a 2005 en varias comunidades autónomas, preparada por el Instituto Carlos III, el encargado de la vigilancia epidemiológica del SIDA, lo que se observa es una caída de los casos "heterosexuales" (no una estabilización, como se apunta en la nota de prensa del Ministerio, aunque ellos, supuestamente, tienen datos hasta 2006), una caída bastante mayor en la vía parenteral y un posible aumento de la vía homo- o bisexual. Esto último no encaja del todo con el patrón estimado para el conjunto de España y referido al SIDA, no al VIH, por el cual también cae esta vía de contagio en términos absolutos, pero puede ser una señal de alerta.

Lo que sugieren los datos del último documento que cito es algo mucho más notorio que la supuesta "extensión" a la población general: unas elevadas tasas de contagio de VIH en la población extranjera. Entre 2003 y 2005, los extranjeros representaban un 33% de los casos con nacionalidad conocida. Sobra decir que en las comunidades estudiadas, los extranjeros no llegaban a ese porcentaje no ya en la población en general, sino ni siquiera en las cohortes de varones entre las que el riesgo de contraer VIH es más alto (no sé si lo harían entre homosexuales). Muy revelador es, también, que los extranjeros representasen el 44% de los contagios por vía heterosexual, lo que sugiere que entre los españoles la vía de contagio heterosexual debe de estar cayendo más rápidamente de lo que sugieren las cifras generales.

Aunque los que redactan ese documento no estiman tasas por nacionalidad, sí reconocen la relevancia de esta variable en sus conclusiones.

Las personas no españolas de origen suponen casi un tercio de los nuevos diagnósticos de VIH, reflejando los cambios demográficos que se han producido en los últimos años. Esto subraya la necesidad de diversificar los programas de prevención para adaptarlos a las necesidades de este colectivo, social y culturalmente muy heterogéneo, y especialmente vulnerable.


No esperen encontrar ninguna referencia a la población extranjera en España en la nota de prensa del Ministerio, salvo que la incluyamos en "población general".

En las conclusiones del documento del Instituto Carlos III se contiene otra afirmación muy importante:

Se ha producido un gran cambio en los patrones epidemiológicos. Mientras que, en décadas pasadas, el grueso de las nuevas infecciones eran consecuencia del uso compartido de material para inyección de drogas, actualmente la mayoría se deben a relaciones sexuales no protegidas. Por ello es imperativo que la población sea consciente del riesgo, e insistir en la eficacia del preservativo. Ello sin olvidar que entre usuarios de drogas inyectables el riesgo de infección sigue siendo muy alto, por lo que no cabe descuidar las medidas de prevención específicas para ellos.

Es decir, sí que se ha producido un cambio en los patrones epidemiológicos, pero no podemos olvidar que entre los consumidores de drogas inyectables el riesgo sigue siendo muy alto. Es decir, puede haber caído mucho el número de los que se contagian por esa vía, pero como, es de suponer, ha caído también mucho el número de los que se inyectan drogas, entre los "pocos" que siguen haciéndolo, el riesgo sigue siendo muy elevado. Por supuesto, muchísimo más elevado que en la población en general. Igual que el riesgo en el colectivo homosexual, aun habiendo caído muchísimo en los últimos diez o quince años, sigue siendo muchísimo más alto que en la población en general.

Es decir, si yo fuera ministro de Sanidad, seguiría insistiendo en un argumento de grupos de riesgo, añadiendo a los tradicionales (homosexuales, heroinómanos), uno un tanto menos definido, pero no menos importante, el de los extranjeros, quizá no indiferenciadamente, sino estudiando bien los patrones de contagio según la región del mundo de la que proceden, pues varían bastante. O, si quieren, no lo trataría como grupo de riesgo, pero sí como grupo de atención especial en las campañas de información, pues es probable que la necesiten.

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30.4.07

Porcentaje de fumadores en España, desde 1978 a 2006 (gráficos curiosos L)

El Ministerio de Sanidad acaba de hacer públicos los resultados provisionales de la última Encuesta Nacional de Salud. Aprovecho para actualizar mis datos sobre fumadores en España y para ofrecérselos a ustedes, para que puedan apreciar la evolución del hábito del tabaco con bastante perspectiva temporal.

Los datos incluidos en el siguiente gráfico cubren el periodo desde 1978 a 2006 y, salvo que me haya equivocado en la lectura de las fuentes, se refieren todos a la población de 16 años o más. No serán estrictamente comparables, pues la manera de preguntar en cada encuesta probablemente sea distinta (no, en principio, en las ENS), pero las líneas generales de evolución están claras.


Sólo por incordiar un poco, da la impresión de que el ritmo de caída entre 2003 y 2006 (recuérdese: el 1 de enero de 2006 entró en vigor la úntima ley "antitabaco") parece más lento que el de 2001 a 2003.

En cualquier caso, si queremos evaluar los efectos de una ley tal (como los del carné por puntos en los accidentes de tráfico), nos hará falta una perspectiva diacrónica con cierto alcance, para comprobar si, con la aplicación de una nueva legislación, se produce algún punto de inflexión en la curva que mide el fenómeno que estamos estudiando. Con respecto a la ley "antitabaco" nos hace falta, como poco, un par de encuestas más en el próximo lustro.

Echen un vistazo al resto de resultados provisionales de la ENS. Tienen su aquél. Aparte de medir la cantidad de obesos y "sobrepesos", tiene datos sobre comportamientos preventivos
interesantes. Ah, y mide cuántos niños desayunan, y son más de los que los alarmistas nos han contado alguna vez.

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