Metiendo miedo: esta vez toca el acné
Lo que no me parece de recibo es que los médicos que lo presentan caigan en la típica campaña de amedrentamiento, sobre todo si la evidencia empírica con la que cuentan es, digamos, mínima. Dos de los riesgos psicosociales han llamado mi atención.
Dicen, por una parte, que los que tienen acné tienen el doble de probabilidades de estar parados. Pudiera ser, pero, aunque no lo crean, tan sólo hay un estudio que lo confirme (o, quizás, tan sólo hay un trabajo que lo haya estudiado). Es un artículo publicado en 1986, con datos británicos. Sí, del año 1986, o sea, hace más de dos décadas, y, quizá, muy particular de un momento histórico y una sociedad determinadas. No he podido conseguir el texto, pero sí una revisión de la literatura sobre el impacto psicosocial del acné en el que se dice:
Unemployment in acne patients was evaluated in 625 patients aged 18-30 years in Leeds, England. Controls were randomly selected patients from general practitioner records and matched for age and gender. This study revealed that unemployment levels were significantly higher among acne patients of both genders compared to controls (16% vs. 9% in males; 14% vs. 9% in females; p<0.001). However, social status, academic background, and intelligence were not included in the analysis.
Desde luego, nada de duplicar la tasa de paro de los que no lo tienen. Teóricamente, las diferencias son estadísticamente significativas. Pero esto, a su vez, depende, en parte, del test estadístico que se utilice. Si supongo que hay 312 chicos en la muestra con acné y otros 312 en el grupo de control, y comparo los porcentajes (16 vs 9% en este caso) con un 95,5% de confianza, entonces la diferencia no es significativa: en la población, los porcentajes se moverían entre 12,3 y 20,6% (acné) y 6,3 y 12,8% (grupo de control). Algo similar vale para las chicas. No sé cómo consiguen los autores que la diferencia sea significativa, pero con tan pocos casos me extraña.
Además, como se dice en ese texto, no se controlan variables que podrían afectar diferencialmente a la tasa de paro de unos y otros. En cualquier caso, se trata de un estudio. Repitan conmigo: un solo estudio no confirmado por ningún otro. Eso sí, se trata de un estudio citado por casi todo el mundo que se ocupa de estos temas.
Por otra parte, dicen que un 5,6% (observen la precisión) de los que tienen acné llega a pensar en el suicidio. ¡Uff! Eso son palabras mayores. ¿O no? Primero, no se nos dice cuántos llegan a hacerlo en la población general sin acné. Segundo, ¿cómo se ha obtenido ese 5,6%? Sí, lo adivinaron: es un dato procedente de un solo estudio. En este caso, uno de 1998, también citado en la revisión mencionada más arriba. Al menos, estará basado en una muestra amplia y la diferencia de ese porcentaje con el grupo de control será significativa, ¿no? Pues no, de ninguna manera. La muestra es, asómbrense, de 72 individuos con acné.
Esta vez sí tengo acceso al texto original y no hay por dónde cogerlo. No entro en las grandes diferencias por sexo y edad entre el grupo de afectados de acné y los grupos de control. Lo fundamental es que las diferencias con los grupos de control (gente con otras afecciones dermatológicas, como alopecia areata, dermatitis atópica o psoriaris) no son significativas. Bueno, según los autores lo son, pero con un criterio de significatividad bastante laxo: en vez de utilizar los habituales márgenes de error del 0,01 ó 0,05% lo amplían al 10%. Según criterios más habituales (0,05%, por ejemplo), el porcentaje con ideas suicidas entre los que tienen acné iría de 2,2 a 13,7%; entre los que tienen alopecia areata, de 0 a 8,3%; entre los que tienen dermatitis atópica, de 0,7 a 6,10%; entre los que tienen psoriasis (sin hospitalizar), de 0,7 a 8,9%; y entre los que tienen psoriasis (hospitalizados), de 3,9 a 12,9%. Compárenlos como quieran: las diferencias no son significativas.
En definitiva, con respecto a las ideas suicidas: un estudio y las diferencias entre los que tienen acné y el resto no son significativas. Big deal.
Todo esto no quiere decir que el acné no sea problemático y que no convenga tratarlo para mejorar la calidad de vida de quien lo padece, pero lo que no es de recibo es que unos señores (y señoras) médicos se dediquen a exagerar y a citar a diestro y siniestro datos que tienen un sustento empirico más bien débil, por no decir (en el caso de las ideas de suicidio) cuasi-inexistente.