WonkaPistas

14.5.10

El empleo público en España (y de los españoles) desde 1976 (gráficos curiosos LXXXVIII)

Como estos días de recortes se va a hablar mucho de empleo público en España, he pensado que podía venirles bien a los lectores de Wonkapistas un recordatorio gráfico de la dimensión absoluta y relativa de ese segmento del empleo. Como ando dándole vueltas a la relevancia de la elevada presencia de trabajadores extranjeros para entender cómo vamos atravesando la crisis, he pensado elaborar los datos teniendo en cuenta la nacionalidad. Creo que no ha sido mala idea. Vean (y, ya saben, hagan click en los gráficos para ampliarlos).


En el primer gráfico muestro el número de asalariados del sector público tal como los estima la Encuesta de Población Activa. En 1976 rondaban 1,4 millones. En el primer trimestre de 2010 son, redondeando, 3,09 millones. De ellos, 3,02 millones son españoles y el resto de nacionalidad extranjera o tienen doble nacionalidad.




Los datos absolutos no nos dicen mucho, salvo que, con algunas interrupciones, la cifra de asalariados públicos no ha hecho más que crecer desde los años setenta. Pero también lo ha hecho la ocupación privada, con ritmos distintos, y la población en edad de trabajar.

Más interesante es comprobar qué proporción del empleo total ha representado y representa el empleo público. Si nos fijamos en el total de ocupados (y no sólo en los de nacionalidad española), se observa un gran aumento del porcentaje en los años setenta y primera mitad de los ochenta (hasta cerca de un 17,5%, partiendo de un 10,5%), un periodo en el que, como sabemos, crece mucho el gasto público en España en proporción del PIB, especialmente en la segunda mitad de los setenta. Hacia la mitad de los ochenta cae el porcentaje, pero desde finales de los ochenta hasta la primera mitad de 1996 crece bastante el porcentaje de empleo público, hasta un máximo histórico del 18,3% en el segundo trimestre de ese año.


Desde entonces, el peso del empleo público cae, grosso modo, hasta finales de 1999 (15,7%), pues crece bastante más rápido el empleo privado, y se mantiene después hasta finales de 2004. Cae desde entonces hasta el primer trimestre de 2008 (14,1%), por el gran crecimiento del empleo privado asociado al boom (bum, según la RAE) inmobiliario del último lustro largo. Con la crisis, el empleo privado se desploma (se pierden casi 2,3 millones de empleos desde el tercer trimestre de 2007, es decir, un 13%), mientras que el público crece (unos 156.000 asalariados, esto es crece un 5%), lo que hace que el porcentaje de empleo público despegue, hasta el actual 16,8%.

Todo esto ya lo sabíamos. Lo que no suele aparecer en la discusión pública es el porcentaje de empleados públicos entre los ocupados españoles. Lo tienen en el gráfico. Pueden verlo como una curiosidad o como una pista de cosas que han ocurrido en nuestra economía en la última década.

Si nos fijamos sólo en los ocupados españoles, vemos que el porcentaje de asalariados públicos, en lugar de estancarse entre finales de 1999 y el año 2004, vuelve a subir. Es decir, que en el conjunto se detuviera la caída relativa del empleo público se debió a la creciente contratación de trabajadores extranjeros, casi todos los cuales están empleados en el sector privado. La caída ulterior, bastante suave, tiene que ver con el boom (bum) inmobiliario.

Lo más llamativo es lo que está ocurriendo durante la crisis. Obviamente, también entre los españoles se ha destruido muchísimo empleo privado (1,98 millones desde el máximo de 2007, esto es, un 13,6%), y ha crecido el empleo público (en unos 140.000 asalariados, esto es, un 5% más). Y así, el peso del empleo público entre los trabajadores españoles ha pasado desde el 16,4% del primer trimestre de 2008 al 19,3% actual, lo que, aparentemente, representa un máximo histórico, si tenemos en cuenta que en el segundo trimestre de 1996, fecha del anterior máximo, había muy pocos trabajadores extranjeros en España (y, por tanto, podemos tomar el porcentaje total como casi idéntico al porcentaje de españoles).

De "regalo" les dejo los mismos cálculos efectuados no para el total de ocupados, sino sólo para los asalariados.

En este caso, entre los españoles no estamos en máximos. De hecho, el máximo debió de alcanzarse en el cuarto trimestre de 1985 (25,4%). Hoy es del 23,6%.

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1.5.10

Otro espejismo del último boom económico español

La crisis económica que vivimos nos ha recordado que, probablemente, hemos vivido unos cuantos años por encima de nuestras posibilidades, a base de endeudarnos gracias a unos tipos de interés muy bajos. Hay que reconocer que este espejismo ha sido duradero, pero al final donde parecía haber agua sólo había arena, y muy seca. Otro espejismo paralelo fue el de la gran reducción de la tasa de paro. Aunque una parte de la caída se debió al cambio de criterio para contabilizar los parados que tuvo lugar en 2001, hay que reconocer que pasar de niveles que rondaron, casi, el 20% unos cuantos lustros, a niveles próximos al 9/11% entre 2001 y 2007 fue algo notable. Como sabemos, el espejismo se reveló como tal en un par de años y hoy, de nuevo, estamos en niveles del 20%.

La caída de la tasa de paro, tan acusada, provocó, a su vez, varios espejismos más. Uno, el que tampoco hacía falta cambiar mucho en la regulación de nuestro mercado laboral. A fin de cuentas, el empleo había crecido como nunca y la tasa de paro estaba en mínimos de varias décadas.

Los estudios (casi) no cuentan: variante masculina

Uno más: cayó tanto la tasa de paro que cayó mucho para todo el mundo, independientemente de sus cualificaciones. Es decir, hubo un momento en que la tasa de paro de los más educados y la de los menos educados se diferenciaron muy, muy poco. Esto ocurrió especialmente en el caso de los varones. Véanlo en el gráfico siguiente (hagan click en él para ampliarlo).



Como pueden comprobar, entre 2001 y 2007, la diferencia en puntos porcentuales entre la tasa de paro de los menos educados formalmente (aquellos con un nivel máximo de primaria o de primera etapa de secundaria, hoy ESO) y los más educados (estudios superiores) rondó los 3 ó 4 puntos. En los últimos treinta años no se habían dado diferencias tan reducidas.

No es de extrañar que, ante este panorama, muchos adolescentes y jóvenes varones se subieran a la ola del empleo fácil, dedicando menos atención a unos estudios que, a corto plazo, escasamente aseguraban una tasa de paro inferior, y optando más por ingresar directamente, sin cualificaciones, en un mercado de trabajo tan "prometedor". En la construcción y los sectores más dependientes del boom inmobiliario, quiero decir, en los que la falta de cualificaciones dejó de ser un obstáculo, aparentemente.

En el gráfico siguiente puede verse que la opción por abandonar los estudios empezó a ser clara hacia 1996, más o menos cuando comenzó el ciclo alcista. Se observa cómo la caída de tres décadas en la tasa de actividad de los varones de 16 a 19 años se interrumpe bruscamente, tornándose en una subida suave. La caída anterior implicaba que los chicos de esas edades estaban cada vez más inactivos, es decir, se dedicaban cada vez más a estudiar.


También puede observarse cómo desde 1976 las chicas tenían una tasa de actividad inferior a la de los chicos (es decir, estudiaban más) y cómo la caída en su tasa de actividad se interrumpe algo más tarde, dando lugar a un estancamiento. Los datos de 2005 en adelante no son estrictamente comparables. (El cambio brusco entre 1986 y 1987 también ha de deberse a una ruptura de la serie.)

Los estudios (casi) no cuentan: variante femenina

La tasa de actividad de las jóvenes de 20 a 24 también ha sido inferior a la de los varones de esas edades, en buena medida, de nuevo, porque el porcentaje de estudiantes entre ellas era superior. Quizá las chicas (y las jóvenes) no se han enfrentado al mismo espejismo que los chicos. En el gráfico siguiente se ve que no era exactamente el mismo.



Cuando la tasa de paro femenino alcanzó sus mínimos recientes, la diferencia entre la tasa de las mujeres más educadas formalmente y la de las menos educadas rondó los 8 ó 10 puntos, un hiato claramente más amplio que en el caso de los varones (3 ó 4 puntos).

Arena, y no agua

Vuelvan la vista al primer gráfico y reparen en lo que ha ocurrido en los dos últimos años. Las líneas de la tasa de paro por nivel de estudios, tan apretaditas ellas, se han separado mucho y de manera súbita, poniendo a cada cual en su sitio. Ya no son tantos, pero la tasa de paro de los varones con educación primaria se ha disparado desde el 8 al 30%, mientras que la de los que tienen estudios superiores tan sólo, es un decir, se ha remontado desde el 4 al 10,8%. El diferencial ha saltado a los 19 puntos, nunca visto en toda la serie. Debajo del espejismo sólo había arena, de la que usan los albañiles para la mezcla.

En el caso de las mujeres (tercer gráfico), la divergencia actual no es tan acusada, aunque el diferencial entre las tasas de paro las mujeres con estudios primarios y las universitarias también ha crecido, hasta unos 16 puntos. Para ellas el espejismo de "los estudios no importan tanto, a fin de cuentas" fue menos nítido, pero también han descubierto que debajo del reflejo sólo había arena. No de mezcla, en este caso.

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