Ayer hizo público el CIS
los resultados de una encuesta sobre las actitudes de los españoles ante el estado del bienestar. Seguro que no me creen si les digo que el consenso socialdemócrata es apabullante...
Pero no es esa cuestión la que me ocupa en esta anotación, sino la de las actitudes de los españoles hacia algunas (repito, algunas) de las medidas para la salud de nuestro sistema de pensiones públicas que se plantean en la discusión pública. En el siguiente gráfico (click para ampliar) se ven los porcentajes de entrevistados que consideran cada una de esas medidas como muy/bastante positiva, muy/bastante negativa, o ni fu ni fa.
Como se ve, los españoles tan sólo favorecemos mayoritariamente tres de ellas: la regularización de inmigrantes, para contar con más cotizaciones a corto plazo, parece; la incorporación de mujeres al mercado de trabajo, para lo mismo, claro; y el fomento de la natalidad, para aumentar las cotizaciones a largo plazo, se supone. Mayorías tan grandes sugieren que los españoles percibimos esas medidas como "indoloras". En realidad, la regularización de inmigrantes y la participación laboral de la mujer son pan para hoy (sus cotizaciones pagan las pensiones de los jubilados actuales) y hambre para mañana (llega un momento en que esos inmigrantes y esas mujeres han de cobrar sus pensiones). Lo del fomento de la natalidad no sería mala idea, pero es dudoso que lleguemos a los niveles de fecundidad necesarios para mantener el equilibrio financiero del sistema público de pensiones en el corto o el medio plazo.
Ahora, las medidas que "duelen": subir las cotizaciones a la Seguridad Social (se supone que a los actuales cotizantes, qué dolor); aumentar el número de años de cotización necesarios para cobrar la pensión (¿duele?); y, sobre todo, retrasar la edad de jubilación (¿todavía más?).
La misma pregunta (con alguna pequeña variación) se planteó en un
barómetro de febrero de 2005, como
tuve ocasión de comentar entonces. Podemos comprobar, por tanto, si se ha producido algún cambio en las opiniones en los últimos años. La verdad es que los cambios son menores, lo cual no es de extrañar, pues el tema de la reforma de las pensiones no ha sido uno de los centrales en el debate público.
Así ha evolucionado la opinión sobre la medida de retrasar la edad de jubilación.
Da la impresión de que las reticencias hacia esa medida son todavía mayores en 2008.
Así ha cambiado la opinión sobre la medida de fomentar la natalidad.
Si acaso, los españoles somos todavía más favorables a ese fomento, aunque en nuestros comportamientos se nota poco.
Así ha evolucionado el juicio sobre la medida de aumentar el número de años de cotización necesarios para cobrar una pensión pública.
Como se ve, la predisposición a aceptar esa medida es algo más negativa en 2008 que en 2005.
A continuación, comprobamos cómo ha cambiado la opinión acerca del fomento de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo.
Pues la opinión parece todavía más positiva.
Visto lo ya visto no es probable que la predisposición a aumentar las cotizaciones haya mejorado.
Pues no, ha empeorado sustancialmente.
Seguro que la actitud favorable a que coticen más inmigrantes ha aumentado. A ver:
Efectivamente, ha aumentado, y sustancialmente.
En conjunto, ha aumentado la aversión a las medidas "dolorosas" y el gusto por las "indoloras". So it goes.
De todos modos, hay que tener en cuenta que estas opiniones se recogen no en el marco de una conversación sobre los problemas que pueden presentar a medio o largo plazo las pensiones públicas, considerando sus posibles causas y las alternativas disponibles, sino, por así decirlo, un tanto a bocajarro, sin comprobar, por ejemplo, si los encuestados tienen idea de cómo funciona el sistema de pensiones. No sé si en el marco de una conversación tal, las opiniones serían sustancialmente distintas. ¿Ustedes qué piensan?
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