Ya saben que a mí me gusta contar con una perspectiva diacrónica para entender los fenómenos económicos, políticos o sociales. No digo que sea siempre necesaria para, por ejemplo, emitir un juicio sobre la gravedad o relevancia de un problema, pero suele ayudar. Es el caso de lo que está ocurriendo estos meses con la ocupación y el paro en España. Al decir de los entendidos es probable que la tasa de paro suba claramente este año y, quizá, el siguiente, así como es probable que crezca muy poco o incluso caiga la ocupación. Todavía no conocemos la dimensión del problema, pues, sea cual sea su futuro a corto plazo, da la impresión de que la subida del uno y la caída de la otra no han hecho más que empezar.
A continuación les dejo unos gráficos con los datos de la tasa de paro y la tasa de ocupación desde 1976 a 2008, para situar en el marco de nuestro pasado reciente, y no tanto, los datos que irán apareciendo en los meses venideros. Véanlos, de todos modos, con una cautela. Hay algunas rupturas de series que no he señalado, y que impiden una comparación estricta entre según qué periodos. Por ejemplo, el crecimiento de la tasa de ocupación en 2005 y la caída de la tasa de paro ese mismo año se deben, en parte, a un cambio en la manera de contar a parados y ocupados en la EPA. Como esa ruptura hay alguna más. Casi siempre que vean un cambio demasiado brusco en las líneas, salvo que sepan que se trata de una crisis (la de los setenta o la de 1993-1995) o una recuperación "real", pueden sospechar de una ruptura de la serie. En realidad, esas rupturas, vistas con treinta y pico años de perspectiva no son tan relevantes, pero haberlas haylas, y hay que tenerlas, sobre todo, para no dejarse llevar tan fácilmente por comparaciones del tipo de: la tasa de paro en 2007 era tan baja como la de 1979. Probablemente no lo era, pero tampoco deben de ser muy distintas.
Hecha esta salvedad, los datos.
Primero, los que me parecen más relevantes, los de ocupación. En el gráfico siguiente se observa la evolución de la tasa de ocupación en la población de 16 a 64 años desde 1976. Tomar este tramo de edad es convencional y sirve, además, para controlar, en cierta medida, el efecto de una estructura de edades más envejecida. Se trata del porcentaje que representan los ocupados de 16 a 64 años sobre la población de esas edades.
Muy probablemente, la tasa de ocupación está hoy, con datos alrededor del 66/67%, en niveles "máximos", al menos desde que podemos medirla con ciertas garantías. Es probable que haya iniciado una senda descendente, aunque es pronto para hablar de la intensidad del descenso. La tasa total, sin embargo, oculta diferencias muy interesantes por sexos. Es probable que la tasa de ocupación de los varones todavía no haya llegado a sus niveles históricos máximos, ni que, claro, vaya a llegar en el corto plazo. En parte, eso se debe a que hay más varones estudiando en las edades más tempranas (de 16 a 24 años, digamos), pero, en gran medida, eso se debe, probablemente, a la gran reducción de la tasa de ocupación en edades muy avanzadas, las previas a la jubilación, que lleva lustros en niveles muy bajos (rondando el 40%).
Lo que ha contribuido a que la tasa total esté, quizás, en niveles máximos es la ocupación de las mujeres, que rondaba el 33% en 1976 y se sitúa hoy cerca del 55/56%, con un empuje decisivo a partir de 1995/96. Si en 1976 la tasa femenina era inferior a la masculina en unos 52 puntos, hoy sólo lo es en unos 21.
A continuación, los datos de la tasa de paro. Recuerden que, de manera convencional, se calcula como el porcentaje de parados sobre el total de activos (es decir ocupados + parados). También lo he calculado para la población de 16 a 64, en la medida en que he podido.
Ahí la tienen, en la actualidad repuntando, quizá a buen ritmo. En términos históricos, la tasa actual sigue siendo bastante baja, aunque no tanto como en 1976: entonces estaba en una fase de ascenso, a comienzos de la crisis de los años setenta. Tocó un primer techo hacia 1985/1986, con una cifra alrededor del 21,5%. Cayó con el crecimiento de la segunda mitad de los ochenta, hasta unos mínimos (con los datos que manejamos ahora, no los que se manejaban entonces) del 16% en 1991. Con la crisis de primeros de los noventa, alcanzó un nuevo máximo, casi del 25% en el primer trimestre de 1994. Desde entonces cayó, primero más lentamente y desde 1996, aproximadamente, más intensamente, hasta, más o menos, 2001 (año de turbulencias, como recordarán). Después se recuperó un tanto y volvió a caer suavemente, hasta los nuevos mínimos de hace un par de trimestres, rondando el 8%. Ahora está en el 9,7%.
De nuevo, las diferencias por sexos son muy interesantes. En 1976, casi no había diferencias entre la tasa de paro masculina y la femenina. La diferencia se fue ensanchando durante la crisis de los setenta y parte de la recuperación de la segunda mitad de los ochenta: en gran medida, la notable incorporación de la mujer a la población activa, por entonces, lo era como paradas demandantes de empleo. Según se mida (en puntos porcentuales o en porcentaje), la distancia se redujo o se mantuvo en la crisis de los noventa. Por cierto, en su máximo, la tasa de paro femenina alcanzó el 32% en el cuarto trimestre de 1994. Se mida como se mida, la distancia viene reduciéndose claramente desde 1998/2000 y vuelve a ser mínima en la actualidad.
Mañana o pasado mañana veremos esos mismos datos como variaciones entre trimestres de años sucesivos, lo cual nos ofrece una perspectiva de largo plazo pero más coyuntural, aunque parezca paradójico.
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